ZAMORANOS EN EL MUNDO - HEMEROTECA

En el laboratorio de las antípodas

La investigadora, en su laboratorio.

La bióloga Inmaculada Matilla Fernández desarrolla su investigación sobre cáncer infantil en el Children's Medical Research Institute de Sídney desde hace más de dos años

08.01.2016 | 08:01

B. Blanco García

 No pensó en los miles de kilómetros que la iban a separar de su tierra, sino en la oportunidad laboral que se abría ante ella. La zamorana Inmaculada Matilla Fernández lleva más de dos años desarrollando un interesante proyecto de investigación en el Children's Medical Research Institute de Sídney, donde se estudian diferentes enfermedades genéticas en niños. "Se me ofreció la oportunidad de trabajar en un proyecto totalmente distinto a mi anterior experiencia, a la vez que conocer un nuevo continente, ampliar mi campo de conocimiento, mejorar mi currículo, vivir nuevas experiencias, conocer gente nueva, dominar nuevas líneas de investigación y vivir en una ciudad llena de opciones", enumera sobre el paso que dio en su carrera profesional.

 "Cuando acabé mi tesis invertí bastante tiempo en buscar trabajo en España, pero después de muchas decepciones me di cuenta de que no era una opción y decidí comenzar a buscar fuera. Hice entrevistas para varios laboratorios de Francia, Inglaterra o Estados Unidos, pero al final me decidí por el proyecto que más atractivo me pareció, aunque se encontrara en Australia", recuerda la investigadora.

 Su laboratorio se centra en la investigación del cáncer. "Mi proyecto concreto consiste en tratar diferentes líneas celulares, sanas y cancerígenas, con distintos medicamentos, y estudiar el mecanismo de acción por el cual algunas mueren y otras se hacen resistentes al tratamiento", explica. "Mi objetivo es encontrar un medicamento capaz de diferenciar distintos tipos de tumores y dañar exclusivamente células cancerígenas, sin afectar a las sanas o a los tejidos circundantes", añade.

 No es la primera vez que vive lejos de España. Antes de Sídney, su hogar estuvo en Inglaterra, donde investigó en el Queen´s Medical Centre de Nottingham, y en Boston, donde trabajó en la Harvard Medical School. "Allí llevé a cabo experimentos que después formaron parte de mi tesis y mis publicaciones", indica sobre su amplio currículo, con sendas licenciatura en Biología Molecular y Biotecnología por la Universidad de Salamanca y un doctorado en Biomedicina en la Universidad de Cantabria.

 "Australia funciona muy bien a nivel de economía, de gobierno o de medio ambiente. Me gustaría poder decir lo mismo de mi país", compara. Sin embargo, admite que los obstáculos para labrarse un futuro allí son numerosos. "No es fácil venir para quedarse. Si entras como turista, se aseguran de que tengas suficiente dinero y trabajo como para no querer quedarte. Si vienes como estudiante, los cursos son carísimos y no te dejan trabajar más de 20 horas a la semana, privándote de optar a una visa a largo plazo. Y si ha sido una compañía australiana la que te ha traído, primero comprueban que tienes la formación requerida y que no hay ningún australiano que pueda hacer ese trabajo, porque él tendría prioridad", afirma.

 Por todo ello, califica de "restrictivo" este sistema "pero así se aseguran de que toda la gente que entra es gente formada y requerida para ese puesto de trabajo", indica. Otra diferencia con España. "En mi país no solo no se da prioridad a los españoles, sino que la mayoría de las ayudas son para extranjeros, mientras que crece el número de jóvenes con una formación excelente que emigra", lamenta. "No se trata de un tema de racismo, porque yo soy aquí extranjera y apoyo esas ayudas, pero habría que encontrar un equilibrio", valora.

 Aunque viene a Zamora una vez al año, subraya que echa de menos "desde los domingos al sol con mi madre, hasta el jamón y el salchichón para merendar, ver la tele con mi abuela, la Semana Santa, los quinitos de Los Herreros con amigos, pelearme con mi hermano, ir de tapas o pasear hasta la Catedral". Pero, haciendo balance, asegura que Sídney es una ciudad agradable para vivir -"aunque me siga asustando cada vez que compro pimientos a 9 dólares el kilo o cerezas a 45 dólares", advierte- y que lejos queda esa imagen de gente despreocupada que tienen los australianos. "Yo no veo el relax por ninguna parte, pero creo que también se debe a que el estrés es algo que forma parte de mi trabajo", reconoce.