ZAMORANOS EN EL MUNDO - HEMEROTECA

Vocación entre probetas

La zamorana con su cultivo in vitro de patata, tras someterla a un proceso de crioconservación en nitrógeno líquido.

Raquel Folgado Casado, natural de Abejera, desarrolla su carrera de investigadora entre Luxemburgo y Lovaina

13.05.2013 | 08:05

B. Blanco García

 

La investigación es su vida y la razón principal por la que la joven Raquel Folgado Casado, natural de la localidad de Abejera, decidió emigrar para desarrollar su carrera de Ciencias Biológicas. «Son unos estudios sin mucho futuro en mi querida Zamora, así que me fui buscando la vida hasta conseguir hace poco más de tres años un proyecto de doctorado en Luxemburgo», explica.

Vive fuera de España desde 2009, a caballo entre dos países, Luxemburgo y Bélgica. «Tengo que moverme entre ambos para realizar diferentes partes de los experimentos en laboratorios distintos», indica. La zamorana está inmersa en un estudio sobre la respuesta de las plantas a condiciones ambientales desfavorables. «Utilizamos como modelo la patata, que tiene una enorme diversidad genética, con variedades que se adaptan a medios con condiciones climáticas muy diferentes», explica.

Raquel logró entrar en este proyecto tras un duro proceso de selección. «Primero fui elegida como posible candidata a la plaza y luego tuve que desarrollar un proyecto de investigación que se sometió a una nueva selección junto con otros trabajos de estudiantes nacionales. Los proyectos que concurren tienen que estar relacionados con Luxemburgo, pero los solicitantes pueden ser de cualquier nacionalidad». En ese pequeño país desarrolla la mayor parte de su trabajo pero el aspecto académico, «es decir, la parte que me llevará a la obtención del doctorado», le obliga a cruzar la frontera hasta Lovaina.

Reconoce que adaptarse a Luxemburgo ha sido relativamente fácil por su pequeño tamaño. «Es más pequeño que Zamora y viven medio millón de habitantes. En su capital está la Comisión Europea y hay prácticamente de todo. Tiene una gran oferta cultural, así que no es difícil encontrar algo diferente de vez en cuando». Además, apenas se siente extranjera «ya que la mitad de los habitantes lo somos. Eso la dota de un ambiente internacional donde la mezcla de culturas está a la orden del día y es fácil que cuando salgo con amigos lleguemos a juntarnos más de diez nacionalidades distintas». Curiosamente, el portugués, debido a la gran cantidad de personas de ese país que residen en Luxemburgo «es uno de los idiomas no oficiales del país, después del inglés y el alemán», revela.

Esa mezcla de culturas hace que interactuar con los nativos sea lo más difícil. «Su estilo de vida es mucho más tranquilo que el nuestro, aunque sus costumbres están sin duda influidas por los millares de extranjeros que vivimos aquí, así que es complicado distinguir una cultura genuinamente luxemburguesa», razona.

Su otro centro de trabajo, Lovaina, alberga una de las universidades más antiguas de Europa, la Katholieke Universiteit Leuven, «con una tradición estudiantil equiparable a la Universidad de Salamanca», compara. «No en vano, muchos estudiantes españoles la eligen para disfrutar de las becas Erasmus», añade. Lovaina «vive por y para la universidad, su vida gira en torno a los estudiantes». Allí, la zamorana reconocer poder interactuar mucho más con sus habitantes, tanto en el trabajo como en la vida social. «Aunque la universidad es muy internacional, no se llega al nivel de Luxemburgo y es más sencillo conocer belgas», comenta. La imagen que ellos tienen de España se centra «en las costas y el sol. La idea general que tienen de los españoles es que no madrugamos nada y que no perdonamos la siesta. Pero los que nos conocen más valoran nuestra amabilidad y el que seamos tan sociables. Creo que en el fondo les gustaría ser tan abiertos como nosotros, porque, aunque son amables y respetuosos, a los flamencos les cuesta a veces hacer amistad», afirma.

Haciendo balance de los años que lleva viviendo a caballo entre Luxemburgo y Lovaina reconoce que, aunque emigró por trabajo, «también he conocido a personas muy interesantes que, en algunos casos, se han convertido también en importantes». Eso no es óbice para que eche de menos Zamora. «Lo que más añoro es a mi gente. Aunque tengo amigos por toda la España, mi punto de referencia es siempre mi tierra y, puestos a echar de menos, un buen asado de carne de Aliste es lo mejor del mundo», bromea. Aunque el trabajo es el que marca el ritmo de su vida ahora mismo, Raquel asegura que siempre que puede, «al menos dos veces al año», regresa a su pueblo para pasar unos días con los suyos y compartir la experiencia que está viviendo en estos años fuera de España.